La sangrienta fascinación por los minerales de nuestra tierra ha marcado la historia de nuestros pueblos. Los minerales se alejan por el mar hasta perderse en el horizonte para volver en la forma de electrodomésticos, aerosoles, celulares, tractores y barras de acero para la construcción. Esto no es tan así, es cierto. Pero no está muy lejos de la realidad como para que valga la pena discutirlo. La ausencia casi total de edificios de acero en nuestras ciudades contrasta con las toneladas extraídas de las minas en la montaña.