Cada vez que te sientas poca cosa, pensá en el cable que llega a una olvidada ciudad balnearia para ser, bajo estrictas condiciones de secreto y seguridad, distribuido por millones de hogares dependientes. El acceso a internet es un derecho básico. Aún así, ese cable, cuyas sólidas y minúsculas fibras guardan la confianza en el suministro total y que acarrean la promesa de la democracia participativa, no se divide en forma equitativa. En su "invisibilidad" se construyen monopolios para la internetodependencia general.