Condensador Sexual
Invitamos a Julio Suárez a escribir en FAN porque nos fascinó su tesis ARQUITECTURAS DEL PORNO WEB 2.0 en la que explora la relación entre arquitectura, pornografía y tecnologías digitales en la internet contemporánea.
Julio es arquitecto, nacido y construido en Concepción, perfeccionado en Santiago, miembro de República Portátil, un fascinante colectivo penquista de arquitectura que lleva muchísimos años trabajando, y profesor de arquitectura.
Nos gusta pensar que su fascinación por el callejeo nocturno y la oscuridad nebulosa de la ciudad se relaciona con su intromisión en los espacios de la pornografía cibernética.
“¿Y si
para variar nos revistiéramos de objeto? ¿Por qué no ser una cosa? (…) El deseo
de convertirse en cosa –en este caso una imagen– es el resultado de la lucha en
torno a la representación. Los sentidos y las cosas, la abstracción y la
excitación, la especulación y el poder, el deseo y la materia convergen efectivamente en las imágenes.”
Los Condenados de la pantalla,
Hito Steyerl, 2014, pp. 53 y 54.
Los Condenados de la pantalla,
Hito Steyerl, 2014, pp. 53 y 54.
Las crisis económicas reordenan las fronteras del trabajo y redefinen los modos de relación entre sujetos. En un mundo postfordista, “la gente trabaja precisamente comunicándose” [1]. El burdel contemporáneo se ha reinventado en base al modelo del internet 2.0, en el que la comunicación instantánea ha aniquilado el espacio de la modernidad. El arquitecto Robert Venturi, al referirse al paisaje de la carretera 66 en Los Ángeles, advirtió que ya “no bastan las definiciones de la arquitectura como espacio y forma al servicio del programa y la estructura” [2]. Frente a este nuevo paradigma, debemos actualizar esta definición meramente material, por una arquitectura basada en los flujos de información y relación entre sujetos a escala global. Las señales camineras han devenido señales en la superficie de los cuerpos conectados en red. En esta nueva versión de la arquitectura de la comunicación, la mercancía según Harvey [3], busca los medios para crear y dominar el espacio, encontrando los requisitos temporales estrictos de la circulación de capital. El porno en su versión en vivo (webcam) despeja el camino y advierte un potencial de relaciones sociales, donde la representación del individuo enclaustrado, vigilado y auto-explotado, producen un tipo de espacio disperso y conectado en red.
Los primeros lugares para el ejercicio de prácticas sexuales comercializadas en las ciudades medievales europeas fueron los baños públicos. Más tarde, en la Francia de 1256, las prostitutas callejeras fueron relegadas hacia los bordes de las ciudades (de ahí el nombre “burdel”) y obligadas a ocupar lugares temporales sobre plataformas de madera, quedando expuestas a la vista del público. “Estas plataformas precarias eran arquitecturas móviles donde convergían la exclusión y el espectáculo, la vigilancia y el placer” [4].La precariedad de estos espacios, ha ido evolucionando en su modo de producir el espectáculo de la intimidad. En el año 1996, Jennifer Ringley –quien entonces tenía 19 años– encendió la webcam de la computadora en su habitación en una residencia de estudiantes para compartir su privacidad y “con este simple acto, cambió el mundo moderno” [5]. La Jennicam abrió el camino al porno webcam en la era del internet 2.0. El burdel se traslada de la calle a la habitación personal para revelarse al público a través de su representación en el ciberespacio. El año 2006 nace Cam4, la primera empresa de porno webcam en vivo. Al igual que la Jennicam, este sitio ofrece un espacio de exposición a tiempo completo las 24 horas del día. La oferta de exhibir el cuerpo pornificado como fuente laboral, promueve rentabilizar la intimidad doméstica. Este trabajo de “casa” puede parecer muy lucrativo, aunque la competencia, producto de la enorme oferta mundial no hace más que dejar a estos desnudos “colaboradorxs” sujetos a una nueva precarización.
Se nos dice que vivimos una época de transformación en la que “es necesario aprender a vivir en condiciones de total inestabilidad o precariedad” [6]. Andy Merrifield señala, parafraseando a Debord, que la Sociedad del Espectáculo corresponde al mundo híper-cosificado de la separación: “los trabajadores separados de su actividad, de sus productos del trabajo, de sus compañeros de trabajo, incluso de sí mismos” [7].Este enunciado reconoce un procedimiento que va más allá de la organización del trabajo, ya que abarca una dimensión de la relación social que, una vez convertida en imagen, ha devenido mercancía. “Cuanto más unido y universalizado sea en el mundo la mercancía, mayor será la subyugación y la fragmentación de la conciencia de los trabajadores” [8]. La extensión territorial del trabajo sexual ha devenido en la separación de sus trabajadorxs. El ciber-burdel parece haber tomado otra forma, se ha hecho al mismo tiempo: planetario, amateur y pantalla.
Esta cercanía “simulada” del porno doméstico, es producida por la representación de la intimidad llevada a la esfera pública, donde un momento veraz o “amateur”, se vuelve espectáculo y, con ello, un instrumento de unificación del ciber-burdel. Esto es lo que Debord definiría como “la inversión concreta de la vida” [9]. Esta arquitectura, donde la intimidad ha sido invertida, opera en tres escalas: a un nivel global, doméstico e interfaz. El sitio de porno Cam4, permite ver cómo una pequeña compañía tiene la capacidad de abarcar estas tres dimensiones del espacio. Una empresa que confiere la ilusión de cercanía a sus interlocutores encerrados en sus distantes habitaciones, produciendo un espacio social a través de una interfaz de la pantalla. Como tal, la interfaz desarrolla la capacidad de ocultar una cantidad inconmensurable de datos y elementos físico-tecnológicos detrás de la retícula. Basta con pensar en el cableado submarino, o en cómo los satélites proyectan esta actividad alrededor de la tierra para entender la infraestructura que se requiere para producir la inmediatez. En los años setenta, Yona Friedman, al momento de imaginar una ciudad telepática, hace alusión a una “pantalla que haga posible el aislamiento” [10] , que eventualmente crearía un entorno virtual que daría por resultado una ‘inmaterialización’ de la arquitectura” [11]. La idea de que el ciberespacio es de por sí carente de masa, fue por mucho tiempo la representación de la ciudad virtual.
La distancia de la intimidad opera como el sustituto
de la separación en la sociedad de consumo postmoderna. Si en la actualidad
mirar es trabajar, nos encontramos todo el tiempo trabajando, produciendo valor
para alguien más. Al mirar la ventana del portal de Cam4 se despliega una grilla de pequeñas ventanas. Cada una de
ellas contiene en su interior una habitación o un espacio habitado por sujetos
reales que están ahí todos los días posando desnudos, excitados o simplemente
aburridos intentando capturar nuestra mirada y nuestro deseo. El conjunto, articulado por una distribución en grilla, ha despojado el sentido inicial de
los espacios individuales para unirlos sin importar el lugar de proveniencia
de sus representaciones. Una estructura virtual sujeta a la colección y el
reciclaje de escenarios y comportamientos, un espacio abstracto hecho sólo para
el ojo.
Los muros de este edificio de ventanitas digitales a
otros mundos operan como fondo en un espacio en el que las relaciones son las
que definen y reúnen las diversas situaciones que alberga. Al igual que el
espacio de una viñeta de cómic, que esconde un sinnúmero de otras realidades
que permiten el paso de una acción a otra, el plano del encuadre es el que
regula la tensión. El encuadre es el que hace instantáneo y verídico el
encuentro. Es la ventana por la que miramos sin que nadie nos vea, como un peep show, pero con la posibilidad de
encontrarnos cara a cara con el/la modelo en un show privado, lo que Koolhaas
definiría en Baths como “un escenario
para una dialéctica cíclica entre exhibicionismo y espectadores (…) un área
para la observación y posible seducción de la pareja que será invitada a
participar activamente en fantasías privadas y en la búsqueda de deseos” [12].
Este nuevo paradigma de la representación basa su
argumento en la veracidad de sus acontecimientos. La imagen pobre [13] (de baja
resolución) dirigida a entregar un efecto de realismo amenaza con devorarlo
todo. Se puede apagar la cámara, pero el pequeño recuadro será reemplazado por
uno nuevo, proveniente de cualquier lugar del mundo. Sólo una pequeña bandera
en el costado inferior izquierdo señalará el país de donde proviene la transmisión
en esta realidad en constante construcción; perpetuamente online. Un burdel que no duerme, donde siempre hay un show que
presenciar. Al igual que el barco de los Argonautas que, aún con el reemplazo de todas sus partes, seguirá siendo el mismo que
zarpó cuando llegue a puerto, es la retícula la que sustenta este condensador sexual. Es la retícula la
que lo ordena y articula en sus dimensiones espacial y temporal.
La retícula determina la distancia de separación entre
los espacios estancos; es una constante dentro de un flujo indeterminado de
actos en vivo. Su orden simple, claro y fácil de entender permite ver este
devenir de espacios y situaciones como una sola cosa. Como diría Fischer, “una
nueva sociedad de control en las que todas las instituciones se incrustan en
una especie de corporación dispersa” [14]. La retícula acumula, sin inmutarse, los fragmentos de realidad como si de un
monumento continuo se tratara, eliminando cualquier resto de alteridad para
someter todo al consumo. Si las escenas nos parecen reales, no es solo por la
falta de guión ni por la imperfección de los cuerpos en escena. Más bien, es
por el hecho de constituir para nosotros una genuina ventana a otro espacio. Rossalind Krauss argumenta que “por su
propia abstracción, la retícula expresaba una de las leyes básicas del
conocimiento –la separación de la pantalla perceptiva respecto a la del mundo
‘real’” [15]. De esta manera, la
grilla articula un tipo de mirada más parecida a la de la mosca. Una
representación caleidoscópica de la espacialidad fluida de la Internet.
[1] Mark Fisher, Realismo capitalista ¿No hay alternativa?, 2017, p. 65
[2] Robert Venturi, Aprendiendo de las Vegas, 1978, p. 29
[3] David Harvey, Senderos del mundo, 2016, p. 60
[4] Paul B. Preciado, Documenta 14, 2015, recuperado de www.documenta14.de
[5] Aleks Krotoski, Jennicam: La primera mujer que transmitió su vida en directo por internet, BBC Mundo, recuperado de https://www.bbc.com/mundo/noticias-37692171
[6] Mark Fisher, Realismo capitalista ¿No hay alternativa?, 2017, p. 65
[7] Andy Merrifield, Metromarxism, 2002, p. 104
[8] Andy Merrifield, Metromarxism, 2002, p. 104
[9] Guy Debord, 2002, p. 38
[10] Friedman, 2006, p. 126
[11] Friedman, 2006, p. 126
[12] Rem Koolhaas , S,M,L,XL, 1995, p.13
[13] Hito Steyerl, En defensa de la imagen pobre, 2014, p. 35
[14] Mark Fisher, Realismo capitalista ¿No hay alternativa?, 2017, p. 39
[15] Rossalind Krauss, La originalidad de la vanguardia y otros mitos modernos, 1996, p. 30
[2] Robert Venturi, Aprendiendo de las Vegas, 1978, p. 29
[3] David Harvey, Senderos del mundo, 2016, p. 60
[4] Paul B. Preciado, Documenta 14, 2015, recuperado de www.documenta14.de
[5] Aleks Krotoski, Jennicam: La primera mujer que transmitió su vida en directo por internet, BBC Mundo, recuperado de https://www.bbc.com/mundo/noticias-37692171
[6] Mark Fisher, Realismo capitalista ¿No hay alternativa?, 2017, p. 65
[7] Andy Merrifield, Metromarxism, 2002, p. 104
[8] Andy Merrifield, Metromarxism, 2002, p. 104
[9] Guy Debord, 2002, p. 38
[10] Friedman, 2006, p. 126
[11] Friedman, 2006, p. 126
[12] Rem Koolhaas , S,M,L,XL, 1995, p.13
[13] Hito Steyerl, En defensa de la imagen pobre, 2014, p. 35
[14] Mark Fisher, Realismo capitalista ¿No hay alternativa?, 2017, p. 39
[15] Rossalind Krauss, La originalidad de la vanguardia y otros mitos modernos, 1996, p. 30